Antropología Pedagógica

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  • Claves de la filosofía de la educación

 

 
El ser humano, protagonista de la educación

Educar es una actividad específica, necesaria y exclusivamente humana, porque sólo los hombres educamos a nuestros semejantes y, por otra, porque únicamente podemos desarrollar una existencia plenamente humana si hemos tenido la oportunidad de acceder a la educación.

El ser humano no es una realidad simple sino un todo complejo en el que se pueden distinguir, sin separar, varias dimensiones: es un ser corpóreo, pero es más que su cuerpo, se trata de un sujeto individual, necesita de la sociedad formada por sus semejantes.

Los seres vivos no son desde que nacen todo lo que pueden llegar a ser. Los hombres sólo pueden alcanzar su fin propio con el concurso de la educación.

Rasgos propios de los seres humanos.

Todos los humanos somos personas. La racionalidad, la capacidad de hablar y la inclinación política son según Aristóteles las notas que nos distinguen del resto de los seres vivientes.

Con el fin de sintetizar los elementos de la naturaleza humana se señalaron solo cuatro rasgos: la corporalidad, la apertura al mundo y a las demás personas, la racionalidad y la libertad.

1.- Corporalidad:

Tener cuerpo no es accidental para los humanos, hasta el punto de que aunque seamos más que nuestro cuerpo, es más adecuado decir yo soy mi cuerpo que tengo un cuerpo. Y su rasgo principal es la plasticidad biológica.
El cuerpo es el lugar de nuestra inserción en el mundo y el medio que nos permite relacionarnos entre nosotros y con el entorno. La corporalidad encierra, por tanto, la posibilidad de que los demás puedan objetivarnos.

2.- Apertura al mundo y a las demás personas:

Los hombres no estamos clausurados en nosotros mismos sino orientados hacia lo otro, y nos relacionamos de manera natural y necesaria con el mundo físico y cultural y con nuestros semejantes.

Somos al mismo tiempo dependientes e independientes, vivimos individualmente, con una existencia separada de los demás y, sin embargo, necesitamos de ellos.

Los seres humanos estamos abiertos al mundo, nuestro entendimiento está orientado intencionalmente a la totalidad de lo real.

La apertura del hombre al mundo es su apertura y relación con las demás personas.

La vida humana no se define únicamente por la tendencia a la conservación y a la propagación de la especie, sino que uno de sus rasgos distintivos es la autotrascendencia, cuya forma más elevada se llama amor.

Reducir a una persona al estatuto de objeto, de conocimiento, de discurso, de disfrute o de utilidad, por poner sólo algunos ejemplos, supone no hacer justicia a su modo peculiar de ser y, por tanto, atentar contra su dignidad.

3.- Racionalidad:

El entendimiento humano percibe que puede conocer lo real, y entre esa realidad, conocerse a sí mismo. Esa percepción de si, ese darse cuenta, es la función intelectual que se denomina conciencia; y cuando el objeto de conocimiento es la propia subjetividad hablamos de autoconciencia.

La razón es la capacidad que nos permite reflexionar y, de ese modo, constituye en cada uno de nosotros un adentro que es inalcanzable desde el exterior.

La racionalidad y la corporalidad humana son, conjuntamente, las condiciones de posibilidad de nuestro principal producto cultural, el lenguaje.

4.- Libertad:

El hombre es libre porque puede hacer lo que quiere, pero para hacer lo que quiere, es preciso saber lo que se quiere hacer.

El ser humano tiene la posibilidad de obrar u omitir la acción como respuesta a un estímulo: esto ha recibido el nombre de libertad de ejercicio, y puede actuar de un modo u otro, es decir, de la manera que el mismo elija, capacidad que se denomina libertad de determinación, u autodeterminación.

El ser humano, ser cultural.

El ser humano ha sido considerado un ser deficiente, inacabado, aunque en su conjunto se comprueba que es el animal más perfecto y poderoso.

El ser humano crea la cultura, que surge cuando el hombre transforma el mundo que le rodea, con su acción poética, convirtiéndolo en algo útil para su propia vida.

El mundo en que el hombre habita es un universo cultural y no meramente el medio físico.

Los hombres pueden entrar en ese universo cultural únicamente si son introducidos, iniciados en él, por medio de la educación.

Un ser cultural, también es naturalmente educable.
La educabilidad, categoría antropológica.
El ser humano es educable, y necesita ser educado.

La educabilidad aunque tenga una base psicobiológica, debe abarcar todos los aspectos que explican el desarrollo integral del hombre.
Se debe considerar la educabilidad como la capacidad propia del ser humano que le permite incorporar a su vida nuevos aprendizajes.
Dimensiones educables del ser humano.
Son educables todas aquellas facultades humanas capaces de adquirir conocimientos y habilidades.

Las funciones en las que interviene el aparato locomotor el esqueleto y los músculos, si son susceptibles de modificación por el ejercicio, dentro de los límites que marcan las leyes físicas y la estructura anatómica de nuestra especie.
En lo que respecta al conocimiento sensible, es posible y necesario aprender a mirar, la sensibilidad externa es una de las dimensiones del ser humano que hay que educar.

En cuanto a la inteligencia, cabe mencionar que su objeto propio es la verdad, y esta se puede conocer, enseñar y aprender.
Por último en cuanto a la voluntad, si lo propio de ésta es determinarse a obrar por sí misma, cualquier influencia que se ejerciera sobre ella no sería educativa, sino, manipuladora.

La cuestión es enseñar a que las personas quieran hacer el bien libremente. Ésta es la tarea propia de la educación moral, que es el nombre que recibe la educación de la voluntad en libertad.


 
 
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